El llamado perro de sangre se utiliza en el rastreo y cobro de piezas heridas de caza mayor, una especialidad muy apreciada y practicada en Centroeuropa. La reciente creación de la asociación española del perro de sangre fomentará sin duda esta disciplina en nuestro país.
La búsqueda de piezas de caza heridas es tan antigua como la misma caza. Muy probablemente, el empleo de perros que ayudaran al hombre en esa búsqueda se remonta
al Neolítico con la domesticación de cánidos por parte de nuestros antecesores.
Existe asímismo constancia de la utilización para este fin de un tipo de perro específico por parte de los egipcios, en el año 3000 a.C. Posteriormente, algunos
escritos griegos y romanos aluden a la utilización de perros de caza atraillados, utilizados para la búsqueda de piezas de caza.
Pero es en los albores del siglo XIII cuando se hace referencia explícita a lo que hoy entendemos como el “perro de sangre”. Guicennas, en el año 1250, en su
libro “De Arte Bersandi” (“Del Arte de la Caza”) describe un método para entrenar perros con el objetivo de cobrar la caza herida o muerta. En el siglo XIV, Henri de Ferrières, en su obra
“Libro de Caza del Rey Modus y de la Reina Ratio”, dice textualmente: “Si una bestia ha sido herida debe ser perseguida por un brachet”, y también escribe: “en la caza con arco hace falta
siempre un perro entrenado, llamado brachet, que sigue el rastro de sangre”. Por su parte, Gaston Phoebus en su “Libro de la Caza”, escrito en el mismo siglo, también menciona expresamente la
necesidad de un buen perro de sangre para recuperar las piezas heridas.
En Centroeuropa, y más concretamente en Alemania, encontramos referencias al tema en el siglo XVI. Las primeras obras de la bibliografía cinegética española en
las que se trata el tema es “Arte de Ballestería y Montería”, de Alonso Martínez de Espinar, y “Origen y Dignidad de la Caza”, de Juan Mateos, ambas escritas en el siglo XVII. En estas obras
nos hablan de lo que se denominaba “concertar las reses” con perros atraillados, haciendo además referencia a lo que se debe hacer en caso de herir una pieza de caza mayor.
En el siglo XVIII empiezan a publicarse en Europa más tratados de caza, como los de Flemming y Dobbel, en los que dedican un buen número de páginas a la
“búsqueda a la sangre” con perros entrenados.
Una disciplina cinegética. Pero realmente es en el siglo XIX cuando la preocupación por utilizar perros de sangre deja de limitarse a su mención en tratados de
caza y pasa a considerarse en Centroeuropa una disciplina cinegética, gracias sobre todo a la labor de la Casa Real de Hannover.
A finales de este siglo comienza a popularizarse entre cazadores no pertenecientes a la nobleza la utilización del perro de sangre. Cobra además una nueva
dimensión como forma de entender una caza “ética”, en la que el cazador ponga todos los medios para cobrar la pieza no sólo por el valor de su carne, sino también por darle un sentido a la
muerte del animal.
Surgen agrupaciones como Verein Hischmann, en 1894, que se preocupan de promocionar una raza de perro específica para este cometido: el sabueso de sangre de
Hannover.
En los inicios del siglo XX aparecen sociedades que se ocupan de otras razas como el Klub für Bayrische Gebirgsschweisshund (Sabueso de Montaña de Baviera), y
otros clubes de raza como el Deutscher Teckelklub (Club Alemán del Teckel), que comienzan a fomentar la búsqueda de piezas heridas mediante la utilización de perros de sangre.
Situación actual. Actualmente existen numerosas asociaciones, no sólo en Alemania, sino también en otros países europeos e incluso en Norteamérica. Destaca por
su actividad la Union Nationale pour l’Utilisation de Chiens de Rouge (U.N.U.C.R.), con casi 30 años de historia en Francia, que cuenta con 600 equipos conductor-perro de sangre realizando la
búsqueda de piezas de caza por todo el país.
El fruto de estos años de trabajo se refleja en las más de 60.000 piezas recuperadas a lo largo de su historia, y en la labor de formación y divulgación que
continúa realizando. En países como Estados Unidos, donde nunca existió tradición en el rastro de sangre pero donde se tiene un envidiable concepto de la ética en la caza, la búsqueda de
reses heridas con perros de sangre está teniendo un notable desarrollo. A ello ha contribuido notablemente la popularización de la caza con arco.
Lamentablemente en España no ha existido hasta la fecha una preocupación seria sobre el tema. Los clubes y asociaciones de razas utilizadas o utilizables para el
rastro de sangre están más centradas en las líneas de belleza que en las de trabajo. Con la honrosa excepción de la Asociación Española del Deutscher Jagdterrier, que realizó un seminario
sobre el rastro de sangre el pasado año, no había existido iniciativa alguna al respecto en nuestro país.
Muy recientemente se ha constituido la Asociación Española del Perro de Sangre, cuyo objetivo es promocionar el rastreo con perros de piezas de caza mayor
heridas como contribución a una forma de entender la caza en la que se valoren los aspectos éticos y tradicionales de esta actividad, así como el respeto a los animales abatidos. Se pretende
así mismo realizar labores de formación para los futuros conductores de perros de sangre.
Utilidad y ética. En la práctica de la caza mayor, hasta el tirador más avezado habrá colocado en alguna ocasión su bala en el sitio incorrecto. Como
consecuencia de ello, habrá herido al animal y se verá obligado a iniciar la búsqueda para poder recuperar su trofeo.
En algunas ocasiones su pisteo de vista será sencillo por dejar la res gran cantidad de sangre a su paso y encamarse o morir transcurridos unos cientos de
metros. Pero desgraciadamente hay muchas veces en las que el rastreo se complica o la falta de pericia o voluntad del cazador impide que se realice el cobro. Consecuencia: un trofeo perdido,
un animal sacrificado inútilmente y un cazador “contrariado”.
Pero a menudo nos encontramos casos más “sangrantes”, sobre todo cuando se caza en montería o en batida. Ese mismo cazador hiere una cierva, un venado pequeño o
una cochina. Mira escasos diez segundos por donde piensa que ha tirado la pieza o por donde se ha metido en el monte –sin acertar muchas veces ni siquiera con el lugar exacto–, y no pierde ni
un minuto más de su valioso tiempo porque la res sobre la que ha disparado carece de trofeo. Es entonces cuando, al presentarse allí un ingenuo individuo con su perro de sangre para buscar la
pieza, intensifica más si cabe su desgraciada actuación exclamando: “¡No merece la pena que andes buscando, sólo era una cochina!”.
En nuestro país, y en los tiempos que corren, se ha abandonado casi por completo la ética en la caza. Hemos logrado sintetizar hasta el límite un proceso que
comienza con el cuidado del monte, la gestión de sus poblaciones cinegéticas, la organización y disfrute de la acción de caza, la localización de la pieza, su caza y finalmente su cobro.
Parece que ahora todo comienza y termina con el disparo.
La filosofía del rastreo de reses heridas no tiene como único objetivo la recuperación del trofeo. Es igualmente importante la posibilidad de evitarle al animal
una muerte lenta y carente de sentido, así como el hecho de recuperar su carne para el consumo cuando esto es posible. Esto también forma parte de la ética de la caza, la ennoblece y la
dignifica. En los tiempos que corren creemos que esto es importante.
Las razas. Aunque podemos señalar en principio que casi cualquier perro con una aceptable nariz, instinto de caza y tesón puede ser apto para la búsqueda de caza
herida, no cabe duda de que algunas razas se han desarrollado específicamente con este fin y en otras se han buscado líneas de trabajo entre cuyas aptitudes se encuentre el rastro de
sangre.
Por último, en la cría de algunas razas de perros de caza no figura como objetivo el lograr ejemplares hábiles en esta disciplina, pero la pasión por la caza de
algunos individuos y su instinto natural permite, con un entrenamiento adecuado, que resulten útiles para este fin.
Entre las primeras razas, y centrándonos en perros europeos, debemos señalar como auténticos especialistas el sabueso de sangre de Hannover y el sabueso de
montaña de Baviera. El primero de ellos es aún poco conocido en España y fue desarrollado por el rey Augusto I de Hannover a principios del siglo XIX. Son perros de nariz muy fina y firmes en
el agarre. Su cría y comercialización está cuidada y supervisada por la organización alemana Verein Hirschmann.
Más popular en nuestro país es el sabueso de montaña de Baviera, de menos talla que el anterior, más ligero y con mayor movilidad, creado con el objeto de ser
más funcional en terrenos escarpados.
Aunque no se trata de un auténtico especialista, el teckel –sobre todo la variedad estándar de pelo duro– se ha convertido en el centro y sur de Europa, incluido
nuestro país, en el perro más utilizado para el rastreo de piezas heridas. Probablemente su pequeña talla y su popularidad, además de sus buenas aptitudes para este trabajo, han sido las
causantes de este fenómeno. No obstante, el hecho de haberse convertido en una de las razas favoritas como perro de compañía, ha motivado que algunas líneas hayan perdido sus dotes para el
trabajo. A pesar de ello, en Alemania se le da una importancia enorme a mantener la dualidad belleza-trabajo en esta raza y, gracias al trabajo en España de algunos criadores muy aficionados,
gozamos en nuestro país de ejemplares buenos para el rastro de sangre, no sólo importados sino también nacidos aquí.
Además de las tres referidas, se utiliza una variada selección de razas para el rastro de sangre. Se trabaja con diferentes tipos de terrier –el jagdterrier está
tomando auge al respecto–, bracos, beagles, drahthaar, langhaar, labradores, sabuesos, grifones, etc. Como hemos dicho anteriormente, no nos parece tan importante la raza del perro como las
características físicas y psíquicas de cada ejemplar en concreto.
Cualidades necesarias. Independientemente de su raza, un buen perro de sangre deberá tener las cualidades que se describen a continuación:
Deseo de rastrear: Es un atributo indispensable. Generalmente se basa en el instinto depredador natural del perro, pero suele verse potenciado por el deseo del
perro por agradar a su conductor. Es por ello indispensable que exista un vínculo especial entre ambos, que les lleve a colaborar para lograr un objetivo común: el cobro de la pieza
herida.
Nariz: Por muchas ganas que tenga un perro de rastrear, si no le acompaña una nariz aceptable no será capaz de llevar a buen término su trabajo. No es necesaria
una nariz “prodigiosa”. Hemos visto perros con un sentido del olfato tan sólo aceptable que han resultado excelentes rastreadores gracias a su inteligencia, tesón y ganas de complacer a su
conductor.
Inteligencia y capacidad de concentración: La inteligencia sin duda ayudará al perro en la resolución de rastros complicados y en la superación de obstáculos
imprevistos, pero si esta inteligencia no está acompañada de una buena capacidad de concentración –fijeza en el rastro–, no servirá de nada.
Tesón y buena condición física: En ocasiones los rastros se alargan durante varios kilómetros y unas cuantas horas. El perro debe contar con la suficiente
voluntad para mantenerse fijo en él, a pesar del cansancio, las condiciones del terreno, el clima y otros aspectos que deberá superar. Obviamente este tesón debe estar acompañado de una buena
condición física para que su cuerpo responda bien al esfuerzo.
Coraje: Puede que trabajemos con un perro de buena talla cuyo objetivo sea seguir el rastro, localizar la pieza y sujetarla para permitir el remate por parte del
conductor o del cazador. Es evidente que para esta última tarea, debe ser un perro valiente.
Pero por otra parte puede ser que utilicemos un perro pequeño, como un teckel. En este caso es evidente que, con excepción del corzo, ninguna pieza de caza mayor
española será sujetada firmemente por nuestro compañero. A pesar de ello, es importante que el perro tenga coraje. Un perro que se asuste del venado o jabalí encontrado, sufrirá una
experiencia desagradable y, probablemente, nunca seguirá los rastros con codicia.
Artículos futuros. En posteriores artículos trataremos temas como la elección del cachorro y su preparación, entrenamiento del perro adulto, técnicas de rastreo
práctico y reacciones de la caza herida en función de la localización del impacto. Con todo ello trataremos de sensibilizar a los cazadores sobre la importancia de la búsqueda con perros de
piezas de caza mayor heridas, como apoyo a una forma responsable de entender la caza y esperando que entre los lectores y verdaderos aficionados a la caza nazcan nuevas “vocaciones” de
conductor de perro de sangre.
FUENTE:Trofeodecaza.com
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rOGELIO (martes, 19 julio 2011 22:13)
tE MANDO COMO ENTRENAR...
Vojta (miércoles, 11 julio 2012 16:22)
Fine info dude
Ethan (lunes, 23 julio 2012 08:31)
I was looking for something similar, I am very grateful you have shared this subject